Una hoguera alrededor de la cual calentarse, comer y reunirse. Un caldero colgando sobre el fuego. La polenta volcada sobre una gran tabla de madera para cortar, y en el centro, la carne con salsa o queso que se derrite y se deshilachada.
Una imagen de la tradición ligada a períodos de pobreza, pero también a momentos de convivencia y compañía.
Al igual que la pizza y la pasta, la polenta, hecha con harina de maíz, también debe incluirse entre los productos más representativos de Italia: un alimento muy querido y respetado, que se consideró salvador en tiempos de hambruna o de guerra.
Una elaboración sencilla con muy pocos ingredientes (harina de maíz, agua y sal) y una gran versatilidad, para una receta sabrosa que encuentra su sitio perfecto en los menús del día, como guarnición o plato único.
Tal y como sugiere Andrea en sus clases de cocina, la polenta puede utilizarse en entrantes de pescado o carne, en primeros platos, como guarnición para combinar con segundos platos e incluso, como relleno de raviolis. Incluso en los postres, la harina de maíz es un ingrediente exquisito: los roscos bussolà, las galletas zaeti, el dulce fregolotta y el pan dulce pinza son postres típicos de la zona de Treviso, todos ellos elaborados básicamente con «harina de polenta».
La historia del Molinetto della Croda de Refrontolo, en la provincia de Treviso, está ligada a esta tradición: construido en 1630, fue utilizado hasta 1953 para moler el maíz utilizado para la polenta. Tras un período de inactividad, el municipio decidió, a mediados de los años noventa, restaurarlo y ponerlo nuevamente a disposición de la comunidad.
Cuando la única fuerza motriz era el agua, nacieron muchos molinos a lo largo de los ríos (unos cuarenta en la zona), que los habitantes utilizaban como muelas: el Molinetto, de hecho, se creó cerca de una cascada, en la croda (pared rocosa) de la montaña.
Siempre ha sido un lugar de encuentro entre quienes traían el maíz y quienes lo molían, un lugar ideal para charlar, intercambiar opiniones y, por qué no, tomar una vaso de vino en compañía.
Incluso hoy, gracias a los voluntarios de la Asociación Molinetto della Croda, la molienda y la venta son momentos de intercambio, no solo materiales: nunca faltan anécdotas, consejos e historias, que transforman la transacción comercial en una experiencia única y enriquecedora.
Para Ruth y Andrea este molino representa un lugar mágico y evocador, al que les encanta volver a menudo incluso en compañía de sus invitados: la fuerza del agua, el espíritu comunitario y el ambiente atemporal lo hacen realmente especial.
Introducido después del descubrimiento de América, pero ya cultivado durante miles de años en América Central, el maíz ha sido, durante mucho tiempo, la base de la alimentación de muchas familias italianas, especialmente en las zonas rurales.
El Molinetto della Croda ha optado por producir los dos tipos de maíz que comúnmente se consideran los más valiosos para la polenta, pero también los más difíciles de cultivar: el biancoperla y el marano.
Mazorcas apretadas, blancas y de grano brillante, una planta muy alta y poco resistente, de la que hay que quitar la mazorca antes de que madure por completo y se vuelva demasiado pesada: el maíz Biancoperla es la variedad de la que se obtiene la polenta blanca, llamada «De Treviso».
El maíz de la variedad Marano produce mazorcas pequeñas y una productividad limitada (unos 40 quintales por hectárea), que toma su nombre de Marano Vicentino, el pueblo donde se cultivó por primera vez en 1890, gracias a la intuición de un agricultor. Con su harina se produce la inconfundible polenta amarilla, suave y sabrosa.
Los bajos rendimientos y las dificultades de producción han demostrado ser insignificantes ante el amor que se demuestra por el producto, por la tradición y por la calidad, además de que la tecnología nunca ha podido competir con el carácter único de la molienda de piedra.
En los molinos de piedra, la muela no es capaz de separar perfectamente los componentes del grano, el salvado, la paja, para obtener una harina pura y perfectamente refinada, pero el producto que se obtiene es más rico en fibra y nutrientes, así como más aromatizado y sabroso.
Entre las experiencias que Ruth y Andrea hacen vivir diariamente a sus invitados, el momento de la molienda es, sin duda, uno de los más placenteros, incluso a nivel sensorial: acariciar la harina, probar su consistencia, oler sus aromas, escuchar el sonido del agua y admirar el poder de la naturaleza.
Cada bolsita llenada con amor de harina blanca o amarilla, se convertirá pronto en un plato de caliente y sabrosa polenta, que acompañará uno de los muchos momentos de convivencia que hacen del espacio compartido de Ruth y Andrea, un lugar mágico, como el Molinetto della Croda.